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¿Qué creo sobre mí mismo? Autoestima

En mi artículo pasado se planteó la pregunta, ¿quién soy? Una pregunta que nos puede ayudar a seguir profundizando sobre quiénes somos es: ¿qué creo sobre mí mismo? Durante nuestra vida hay varias voces que influyen en lo que creemos sobre nosotros mismos y construyen o destruyen algo en nosotros. Cuando somos niños escuchamos muchas voces y expresiones de los adultos que nos rodean: eres mi hijo, eres mi nieta, eres mi hermano, eres increíble, eres hermosa, eres capaz, eres inteligente, eres valiente, eres creativo, eres tímido, eres el sabelotodo, eres irresponsable, eres débil, eres incapaz, eres…un sinfín de adjetivos positivos y negativos. Algunas son dichas directamente y otras son dichas indirectamente pero son interpretadas por el niño pequeño que está descubriendo el mundo y a sí mismo: ¡qué bien lo has hecho! ¡Me siento orgulloso de ti! ¡Creo en lo que me dices! ¡Otra vez con lo mismo! ¡Cuántas veces tengo que decirte lo mismo! ¡No lo hagas, puedes lastimarte, para esto estoy yo aquí! Etc… Esas voces van formando nuestras creencias positivas y negativas, lo que por mucho tiempo pensaremos sobre nosotros mismos consciente o inconscientemente. Esto va formando parte de nuestra autoestima.

¿Qué es la autoestima?

La autoestima es la valoración que tenemos sobre nosotros mismos, sobre nuestras capacidades y cualidades, el cómo valoramos nuestros rasgos emocionales, físicos, psíquicos y espirituales. El niño va creyendo lo que los adultos y personas importantes para él dicen sobre él. Va introyectando estas voces, adjetivos, etiquetas y máscaras que se va creyendo poco a poco. Pero ahora somos adultos, ¿qué pensamos nosotros sobre nosotros mismos? ¿Qué deseamos pensar sobre nosotros mismos? Muchos de nosotros creemos tener una buena autoestima; otros, somos conscientes de no tener una buena autoestima porque sentimos esas voces que nos limitan en nuestro actuar o como nos autolimitamos por miedos e inseguridades. ¿Cómo podemos saber si tenemos o no una buena autoestima? ¿Cuáles son las características de una buena autoestima? [1]

  1. Aprecio de uno mismo como persona, al margen de lo que pueda hacer o poseer.
  2. Aceptación de mis limitaciones, debilidades, errores y fracasos. Se da un autoconocimiento sanamente autocrítico, tanto para reconocer lo positivo como lo negativo de los rasgos de mi carácter y conductas. Cuando se aceptan las deficiencias sin sentimiento insano de culpa, me responsabilizo de mis errores y desde ahí puedo cambiar.
  3. Afecto o actitud positivamente amistosa, comprensiva y cariñosa hacia mí mismo, me siento en paz.
  4. Atención y cuidado de mis necesidades, tanto físicas como psíquicas, intelectuales como espirituales.

Una estima adecuada se construye sobre estos cuatro puntos cardinales:

  1. Capacidad para reconocer las propias cualidades.
  2. Capacidad para reconocer y trabajar los defectos personales. Reconocerlos y trabajarlos, es decir, no usarlos como justificación de la manera de ser, sino querer y hacer cosas consecuentes con esto, que permitan irlos superando poco a poco, que ha posible que vayan perdiendo magnitud.
  3. Capacidad para reconocer y celebrar las cualidades de otros.
  4. Capacidad para acoger y soportar los defectos de los otros.

El nivel de estima es un indicador de nuestras heridas. Entre más grandes son las heridas, más baja es la estima, pues es efecto de las heridas y de los temores. La baja estima es un fenómeno auditivo; tiene mucho que ver con un sistema de voces que hablan desde dentro a la misma persona: las voces que están grabadas y que le quitan su valor. Son voces negativas que dijeron en su casa (mamá, papá, hermanos), los amigos, la Iglesia, el colegio, la sociedad… “no vales, eres tonto, no sirves, nunca hablas, no sabes, no entiendes, eres peor que…, etc.”.

La baja autoestima genera dolor, y para evitarlo ponemos defensas, entonces reaccionamos con agresividad, perfeccionismo, culpando a los demás, siendo hipersensibles a la crítica, huyendo del conflicto y del asumir riesgos, reprochamos. Cuanto más baja es nuestra autoestima tendemos a cargar con un sentimiento insano de culpa, tendemos a “colgarnos” de los demás, a crear dependencias, pedir a otros afecto a cambio de complacerles.

Al contrario, una sana autoestima nos lleva a asumir la responsabilidad de nosotros mismos de nuestro propio crecimiento personal. La baja autoestima es caldo de cultivo para el conflicto interpersonal, porque al no tener valoración interna, la tenemos que buscar fuera, y dotamos de un “poder a los demás”, que nos hace vulnerables a las opiniones de los demás sobre nosotros.

Ahora bien, hemos planteado elementos fundamentales de la autoestima según lo planteado por el P. Carlos Rafael Cabarrús, S.J. Es necesario partir de un adecuado conocimiento de nosotros mismos y de nuestra historia para identificar nuestras creencias negativas y positivas; las primeras para trabajarlas; las segundas, para apoyarnos en ellas. Es necesario que tengamos el valor de enfrenarnos a nuestras creencias negativas y dejar al niño herido de lado para tomar decisiones adultas. Para los creyentes hay además otro gran motivo para fundamentar nuestras creencias positivas y fundar sólidamente nuestra autoestima: el amor incondicional de Dios.

[1] Mucho de lo aquí expuesto está tomado del P. Carlos Rafael Cabarrús, S.J.: Cabarrús, Carlos (2009), Crecer bebiendo del propio pozo, 12ª Ed, Ed. Desclée De Brower.

El amor incondicional de Dios: los que creemos en Jesús estamos convencidos de haber sido creados por amor. Dios nos da grandes signos de su amor expresados en la Sagrada Escritura y cada día en los acontecimientos y personas que nos rodean. Dios nos ama como padre misericordioso, como tierna madre. Nuestro padre y madre son un vago reflejo de lo que es Dios para nosotros. Él nos ama independientemente de cómo somos, nos ama simplemente porque somos sus hijos, porque Él es amor. Dios nos ama de manera personal e incondicional y ha envidado a su Hijo para salvarnos. En Jesús somos sus hijos, somos creados a su imagen y semejanza y en el Hijo hemos recuperado esa imagen. No nos ama por lo que somos o hacemos, sino simplemente porque Él es Dios y quiere amarnos. Él no puede desdecirse a sí mismo, así que nunca podrá dejar de amarnos. Basta pensar a tantas expresiones del amor incondicional y tierno de Dios por nosotros: “Y ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob; el que te formó, Israel: no temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre y eres mío (…) y es que tú vales mucho para mí, eres valioso y yo te amo (Is 43, 1,4); “¿acaso olvida una madre a su niño de pecho, y deja de querer al hijo de sus entrañas? (Is 49, 15); “aunque las montañas cambien de lugar, y se desmoronen los cerros, no cambiará mi amor por ti ni se desmoronará mi alianza de paz, dice el Señor, que te ama” (Is 54, 10); “con amor eterno te amo” (Jer 31, 3); “pero Dios, que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida junto con Cristo” (Ef 2, 4-5).

Como creyentes debemos, en la oración, pedir al Señor la experiencia de sentirnos amados por Él, de sentirnos valiosos a sus ojos, de sentirnos creaturas, hijos, amigos. Somos sus muy amados, en Jesús nos convertimos en sus hijos predilectos en quienes Dios quiere gozarse. Cuando vengan a nuestra mente esas voces generadoras de creencias negativas recordemos todas las expresiones del amor de Dios, que esa voz resuene en nosotros. Otro hermoso texto es el salmo 139: “Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el vientre de mi madre. Te doy gracias porque eres sublime, tus obras son prodigiosas.” (Sal 139, 13-14) Que crezca en nosotros esa voz amorosa que nos dice que somos una obra prodigiosa. Somos amados incondicionalmente. Es verdad que nosotros podemos haber experimentado el abandono de nuestros padres o traiciones de quienes deberían habernos cuidado, pero el Señor nos ama con amor incondicional, el único amor perfecto que nunca falla. Quien ha logrado experimentar a fondo esta realidad de sentirse amado deja de sentirse víctima y comienza un proceso de renovación interior pues nada dignifica más al hombre que saberse amado y redimido por Dios.

Trabajo personal:

  1. Reconocer las voces generadoras de la baja estima: el objetivo de este ejercicio es reconocer aquellas voces que nos han repetido a lo largo de la vida y refuerzan la baja autoestima. La herida causa la baja estima, las voces las sostienen. Hago una lista de las voces negativas que recuerdo de:
  • Mi mamá, mi papá, hermanos, familia
  • Amigos
  • La escuela
  • La Iglesia
  • Las situaciones socio políticas, étnicas, de género

Trato de identificar cuándo más escucho esas voces hoy, en qué situaciones las escucho. Esto permitirá que, al iniciar un proceso de sanación, tengas identificadas algunas de las voces que han generado en ti creencias negativas y positivas.

 

  1. Meditación del amor incondicional: lee el salmo 139 o alguna de las citas presentadas pidiendo a Dios sentirte su muy amado, su prodigio, su obra maestra. Pide la gracia de sentirte creatura, hijo, amigo amado incondicionalmente.

H. Liz MC

3 comentarios en “¿Qué creo sobre mí mismo? Autoestima

  1. Gracias por este articulo realmente llego a mi en un momento de tristeza. Espero algun día poder tomar alguno de sus retiros. Bendiciones.

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