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¿Qué es la orientación familiar y la orientación espiritual?

¿Qué es la orientación familiar?

Llevados por el orgullo pudiéramos pensar que mi familia la dirijo yo, que nuestro noviazgo o matrimonio lo dirigimos nosotros, y que nadie tiene que decirme, decirnos, qué, ni cómo debo o debemos de hacer las cosas, como si acudir a ayuda fuese poco menos que un fracaso. Y sin embargo en la familia, en el noviazgo, en la vida de pareja, como en cualquier otra institución o relación, hay pormenores que se nos escapan de las manos, bien por falta de conocimiento o de experiencia o por estar pasando por alguna etapa nueva o desconocida. Nadie prepara a unos papás para ser papás y sin embargo de pronto y sin ninguna experiencia ahí están con un crio entre los brazos, ejerciendo una función de una altísima responsabilidad y sin saber del todo bien de qué se trata. Tanto las relaciones de pareja, como las de papás hijos, pasan en ocasiones por momentos en los cuales parece que no se ve la luz, que no se sabe qué ni cómo hacer y parece que el mundo se viene encima y todo son temores y angustias.

Tener o acudir a un orientador familiar capacitado o con experiencia es de gran utilidad, pues no suplanta el rol de la pareja, del papá o la mamá, sino que ayuda a ambos a discernir qué está pasando y cuáles son los mejores modos de abordar la situación, teniendo en cuenta de otros, experiencias ya vividas o conocidas. En ocasiones estos orientadores no es necesario que tengan un título universitario, una maestría o un doctorado, sino que basta un poco de experiencia propia y un mucho de sentido común y evitar en lo posible las posturas rígidas que para nada ayudan ni a uno, ni a otro, ni a la pareja ni a la familia. Muchos de estos “especialistas” pueden ser la abuela, la tía, la vecina o también personas que aunque no hayan tenido experiencias propias si dispongan de formación y conocimientos que ayuden a ampliar el panorama, gente con estudios, pero sobre todo con sentido común. En pocas palabras se trataría de saber vivir o ayudar a vivir con naturalidad la libertad de ser hijos de Dios “la libertad de los hijos de Dios”, que nos permite poder elegir entre una amplia gama de posibilidades buenas, aquella que de común acuerdo se adapta mejor a las circunstancias del momento. El buen orientador no deberá marcar un plan o trazar por donde debe de caminar la pareja o la familia, sino que les ayudará a enriquecer la amplia gama de posibilidades buenas de acción y será la pareja o los papás los que elijan la que más convenga, teniendo en cuenta la situación, las circunstancias y la propia familia. No se trata de ver que es bueno y que es malo, eso se sobreentiende que la pareja o los papás ya deben de tenerlo claro a través de su juicio y su conciencia; se trata más bien de enriquecer, ampliar el panorama de posibilidades entre las diversas posibilidades, todas buenas, y elegir la que más convenga, dentro de lo que es posible, aquí y ahora, mirando al futuro. Caemos muchas veces en el error de buscar lo más excelente, lo mejor, lo más bueno para la pareja, para los hijos, para la familia, sin tener en cuenta que muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno, es decir que se puede elegir lo bueno y descartar lo mejor, cuando no se puede acceder a esto último y sin embargo quedarse uno con la plena satisfacción de haber elegido lo mejor.

De ordinario y en circunstancias normales todos estamos capacitados para dirigir nuestra vida de pareja o para en común acuerdo ver qué es lo que conviene y eso será lo mejor, pero es cuando la diversidad de pareceres o de puntos de vista nos lleva a divergir, en la búsqueda de lo mejor, cuando necesitamos una ayuda externa que nos aporte más elementos de elección, más posibilidades en las que ambos podamos estar de acuerdo, es decir no se trata de hacer lo que yo digo o lo que tú dices, sino que puede haber una opción en la que no reparamos, que permita el acuerdo mutuo y es ahí donde entra la figura del orientador familiar.

¿Qué es la orientación espiritual?

Nadie puede ni debe suplantar, interponerse u obstaculizar la realización del plan de Dios entre un individuo y su propia conciencia:

Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. Así, pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios” (Cor. 4-1-5)

Y, sin embargo, es responsabilidad del orientador espiritual, como en el caso del familiar, tratar de enriquecer la amalgama de posibilidades, que permitan al individuo después optar en conciencia por la que él cree que es la voluntad de Dios. En la vida espiritual nada es blanco o negro a excepción del pecado e incluso este finalmente lo juzgará Dios, pero yo debo de evitarlo en lo que mi conciencia me dicte. Es decir, dentro de las buenas acciones hay un sinfín de ellas, unas mejores que otras, como dentro de las malas hay también un sinfín de ellas, unas peores que otras y es responsabilidad de cada uno y no del orientador, elegir lo que más conviene en cada momento. El orientador espiritual es una persona que por su condición de creyente y por su propia experiencia, testimonio, santidad y virtud, tiene facilidad para aportar más elementos de actuación, pero finalmente no deberá de ser él el que elija qué se debe de hacer. El orientador puede sugerir, puede advertir, puede aconsejar, puede informar, puede instruir, puede enseñar; pero lo que no debe hacer es cambiar la conciencia del dirigido por la suya propia por más que la conciencia del dirigido esté afectada o deformada. La orientación espiritual debe de señalar, sobre todo, hacia aspectos de la vida de fe, que el orientador crea o considere que le pueden hacer bien o faltar a quien busca la orientación, pero en definitiva será más bien una forma de enriquecer al orientado para que pueda tener más elementos de juicio y buenos elementos de juicio para dirigir su vida. Nos pasa con frecuencia que buscamos en internet o nos documentamos cuando necesitamos saber las implicaciones de tal o cual medicina o inversión, o cuando necesitamos algún tutorial para armar un mueble o una casa. De igual forma debiéramos de acudir a especialistas en cuestiones de espiritualidad, no tanto para que nos digan que hacer, eso lo debemos de decidir nosotros, sino para que nos ayuden a conocer mejor todas las implicaciones, para luego poder elegir mejor.

Es cierto que hay un sinfín de personas de buena voluntad, hijos de Dios, santos, virtuosos, sencillos, humildes, sabios y que no necesitan o no tienen a su alcance un orientador espiritual sea cual sea la circunstancia y sin embargo seguramente han debido de “bregar” de lo lindo, para llegar hasta donde están por sus propias fuerzas. El orientador espiritual facilita el trabajo, pero finalmente no es el artífice de la santidad, no expresa cual es la voluntad de Dios, sino que muestra los caminos, los ilumina, los facilita y es luego la propia persona la que realiza sus elecciones.

 

José Luis  Medina

 

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