La maledicencia brota de un corazón soberbio y mezquino y no hace falta que ese corazón esté del todo corrompido, sino que se baje la guardia un momento, que se deje de vigilar
Lo tenemos tan metido, está tan arraigado muchas veces en nuestro interior, que forma parte de nuestra personalidad, con frecuencia ni siquiera lo advertimos y cuando lo hacemos lo justificamos en nombre de la justicia y el derecho. Este vicio, cuyo padre es el mismo diablo, es desde el principio de la humanidad el causante […]