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Ordenar la propia vida

A finales de diciembre e inicios de enero tuve la oportunidad de estar en ejercicios espirituales una semana. Creo que no puedo terminar e iniciar mi año de mejor manera, pues todos tenemos aspectos que ordenar en nuestra vida, reformas que hacer para cumplir con la misión a la que Dios nos ha llamado.

Este año me vino en oración una imagen que me vino cuando tenía 18 años: recuerdo que estaba en mi cuarto, por la noche, y le pedí a Dios que me diera su luz, que iluminara mi interior no importando que me espantara de lo que fuera a encontrar allí dentro, y se vino a mi mente la imagen del “cuarto de los tiliches” que todos tenemos en nuestras casas. Es una imagen muy viva, y con el paso del tiempo ha ido cobrando más y más fuerza, así que recurro con frecuencia a esta imagen para las catequesis o temas que doy, ahora quiero compartirla por este medio. 

Cuando una visita viene a nuestras casas, siempre los pasamos a la sala, lugar que, normalmente, está presentable y más arreglado. Cuando vamos teniendo más confianza con alguien, seguramente terminará en la cocina, eso es signo de que hay familiaridad. Recuerdo a mi mejor amiga que, nada más llegar a casa, pasaba al refrigerador para ver qué habíamos comido y recalentarse algo, pues mi mamá cocinaba más variado que la de ella; ella se sentía como en su casa. Cuando somos niños y adolescentes, algunos amigos de más confianza tal vez pasen a la recámara, pero como adultos, rara vez invitamos a alguien a este espacio, pues es un lugar más íntimo. Y a donde definitivamente nunca pasaríamos a una visita, es al “cuarto de los tiliches” donde todo suele estar sucio o desordenado. Usando esta metáfora, a veces tratamos a Dios como a una visita, pasándolo sólo a la sala, a veces a la cocina, a veces a la recámara, pero definitivamente no al “cuarto de los tiliches.” Pero Dios no es una visita, es mi Creador, mi Salvador, quien me conoce más que yo mismo y es el único que me puede dar la luz para ordenar mi vida, ese rincón en el que se necesita mucho trabajo. 

El “cuarto de los tiliches” es un espacio que raramente visitamos, solamente en Navidad para sacar y guardar las cosas,  cuando hay que hacer una reparación o cuando se ofrece algo que tenemos idea de que por allí debe estar. Si de pronto descubriéramos que el foco está fundido, sentiríamos algo de impaciencia, pues seguramente no podríamos encontrar aquello que buscamos. Imaginemos que entramos en oscuridad y finalmente encendemos la luz, una luz muy fuerte y nítida, que incluso  nos deslumbra. De pronto, conforme vamos viendo, nos damos cuenta de que está mucho más desordenado y sucio de lo que pensábamos. “¡Mejor no haber entrado y encendido la luz! ¡Qué pereza, ahora hay que arreglarlo!” Podemos hacernos los de la vista gorda y volver a cerrar pensando: “Ya será en otra ocasión, cuando tenga más tiempo…” Y realmente ese tiempo no llegará. Pero si nos decidimos, ahora o nunca, tal vez descubramos más de lo que pensábamos. 

Primero, nos daremos cuenta de que hay muchas cosas que estábamos guardando y ya no sirven, hay que decidirnos a tirarlas, eso nos quita espacio para guardar cosas nuevas que sí necesitamos. También hay cosas que tal vez están en perfecto estado, pero no las necesitamos, solamente las guardamos porque nos los regaló alguien querido, incluso hay quien dice tener regalos de boda que nunca usó, pero está un poco apegado. 

Nos daremos cuenta de que hay otras cosas que solamente necesitan orden, para que podamos encontrarlas pronto cuando las necesitamos, poner herramientas con herramientas, artículos de aseo con lo propio, adornos con adornos, etc.” Si alguien de pronto tuviera una iluminación tipo “Marie Kondo y La magia del Orden”, hasta etiquetas le podrá poner a cada área para clasificar, o recurrirá a sus conocimientos de las 5S para aplicar el estilo japonés y cambiar su orden de una manera más radical. 

Algo que me encanta de entrar a ordenar estos rincones es que siempre se descubren tesoros escondidos, cosas que ni siquiera se recordaba que estaban allí y nos hubieran servido en alguna circunstancia, inclusive algún tesoro familiar que traerá tantos afectos y buenos recuerdos y que no debería estar allí, sino en la sala o la recámara. No falla también algo que compramos nuevamente y resulta que ya lo teníamos. En fin, creo que todos tenemos esta experiencia de arreglar estos rincones de la casa. Pues bien, lo mismo pasa con nuestro interior, solemos ser negligentes y retardar el momento de entrar y poner orden.

Todos tenemos que hacer un alto en algún momento de nuestra vida y voltear a ver nuestro interior, pero no a lo que quiero que los demás vean (la sala), o aquello que sólo conocen los más íntimos (la cocina y la recámara), sino aquellos rincones a los que no me atrevo a entrar porque sé que estarán sucios y desordenados, o me da miedo saber qué encontraré allí. Requerimos valor y determinación para entrar y pedir a Jesús, luz del mundo, que nos revele la verdad sobre nosotros mismos. La ventaja, es que, a diferencia del “cuarto de los tiliches,” habrá alguien que con amor, luz y sabiduría, me ayudará a iluminar ese lugar y decirme cómo poner las cosas, de qué deshacerme y hacerme ver que Él ya me ha dado todo lo necesario para darme cuenta. Veremos que hay aspectos de los cuales debemos deshacernos: rencores, celos, envidias; otras que debemos ordenar: afectos, prioridades, tiempos; y recursos personales que están allí y necesitamos desarrollar y empezar a usar para el servicio de Dios y los hermanos. 

Una maravillosa oportunidad de llevar a cabo este proceso de orden son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. En lo personal, siento que si todos se dieran la oportunidad de hacerlos al menos una vez en la vida o, los que puedan, una vez al año, tomaríamos mejores decisiones y ordenaríamos mejor nuestra vida. San Ignacio de Loyola presenta los Ejercicios Espirituales como una oportunidad para ordenar los propios afectos para orientarlos a la voluntad de Dios y cumplir el fin para el que hemos sido creados, a través de nuestra misión particular. Los ejercicios siguen una ruta para alcanzar el seguimiento de Cristo como respuesta a su amor. Están organizados en en cuatro “Semanas”. Esta división en semanas puede no corresponder a las semanas de un mes, aunque se puede vivir la experiencia del mes cronológicamente hablando. Las cuatro etapas son las siguientes: 

  1. Primera semana, se centra en el pecado del mundo, la debilidad humana y la gran misericordia de Dios. 
  2. Segunda semana, nos habla de la llamada del Reino, la vida pública de Jesús y nuestra respuesta a esa invitación. 
  3. Tercera semana, profundiza en la pasión y muerte de Jesús. 
  4. Cuarta semana es la consideración de la resurrección de Jesús y la “contemplación para alcanzar amor”.

Si alguien está interesado en vivir unos ejercicios espirituales muy al estilo ignaciano, recomiendo ampliamente el Monasterio de la Santísima Trinidad, Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, de los Siervos de Jesús. Los ejercicios en este lugar no son predicados, sino que se tiene dirección espiritual personal y allí se asigna el material para la oración personal. Este tiempo se vive en profundo silencio. Tiene también la ventaja de que, al ser personalizados, no hay que esperar una fecha específica, sino que está abierto todo el año. Les dejo la liga de contacto por si alguien tiene interés:

https://casadeoracionsantisimatrinidad.weebly.com/

También hay otras experiencias de ejercicios en diferentes lugares, de fin de semana, en la vida diaria, ejercicios predicados. En fin, los ejercicios son una escuela de oración para poder después, en la vida diaria, aplicar el discernimiento en las diferentes situaciones y no dejar que se nos desordene tanto la vida, poder encontrar a Dios en todas las situaciones y personas, e iluminar nuestro camino con la Palabra de Dios, el diálogo personal con Él en la oración. Mientras más nos acerquemos a la luz, más orden podremos poner a nuestra vida y descubrir los recursos y gracias que Dios nos da para poder enfrentar cada día desde su amor. 

Trabajo personal:

  • Lee Jn 8, 12: “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida. »” 
  • Imagina tu interior como ese cuarto desordenado y oscuro. Imagina ahora cómo la luz de Cristo ilumina todo tu ser y pide a Jesús su luz para iluminar tus tinieblas y el valor para ordenar lo que allí encuentres desordenado, deshacerte de lo que ya no te sirve, agradecer por lo has descubierto que había en ti y necesita ser usado porque ha sido un regalo de Él. 

Lecturas recomendadas:

  1. Para saber más de los Ejercicios Espirituales: ¿Qué son y cuál es el fin de los Ejercicios Ignacianos? CatholicLink: 

https://catholic-link.com/ejercicios-espirituales-ignacianos-que-son/

  1. Para prepararse a los Ejercicios Espirituales (sobre todo si es la primera vez que se hacen: 

VALDÉZ CASTELLANOS, Luis. Prepara el Corazón: curso de preparación para los ejercicios de una semana. Buena Prensa. 

Hna. Ma. Elizabeth Mendoza Bravo MC

4 comentarios en “Ordenar la propia vida

  1. Gracias por lo bello que comparaste nuestra alma muchas veces desordenada como el cuarto de tiliches. Siempre mi cariño y recuerdo para ti.Dios te Bendiga. ( )

  2. Excelente! Entrar a nuestro cuarto de los tiliches es de valentía y más dejar entrar a Jesús, sin embargo aunque nos llene de vergüenza y dolor ver nuestro desorden, seguro vale la pena y más hacerlo a su lado.
    Gracias!

  3. Gracias hermana por compartir esta experiencia e invitarnos a vivirla hoy en día nos hace mucha falta tener ese contacto con Dios para así difeccionar nuestra vida y la de nuestra familia de acuerdo al plan que Dios tenga para nosotros que Dios la siga iluminando para guiar a este rebaño.

  4. Gracias mil Hermana Liz. Hermosas sus palabras.Me reconfortan mucho. Que emocion me dio al leer La Casa de oración en Tlajomulco. Cuando vivimos allá, alli era la sede de los retiros espirituales de los niños y papás. Un abrazo. Dios y Nuestra Santa Madre con usted

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