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¿Te has sentido alguna vez abrumado por la carga?

¿Te has sentido alguna vez abrumado por la carga? Seguramente sí…Yo me he sentido así, a lo largo de mi vida en múltiples ocasiones. Por enfermedad, por mi psicología que aún necesita resolver situaciones, espiritualmente porque no me abro totalmente a la Gracia de Dios para que actúe en mi, etc.

Cristo nos dijo: mi carga es ligera. Entonces, ¿qué puedo hacer? Si a veces siento que llevo un costal tan pesado en mi espalda, que me duele y no puedo levantarme para ver más que un pedazo del camino. Y al no ver por donde vas y hacia donde vas, se pierde totalmente el rumbo, hay incertidumbre, miedo, desconfianza, frustración.

Para poder ver hacia delante, hay que ponerse en pie, no estar doblados, agachados, desanimados; pero no se trata solo de “echarle ganas” se trata de hacer lo necesario para vencer nuestros propios mecanismos de defensa, salir de nuestra zona de confort, no tener miedo a enfrentar el dolor, a sacar del baúl recuerdos dolorosos. Pues la sanación es indispensable para la Salvación. Y tiene toda la lógica, no puedo estar presto a un amor incondicional y puro, a sentirme un hijo muy amado por un Ser que no veo, si a los que puedo ver, que tenían la obligación de cuidarme y amarme no lo han hecho, es casi que imposible creer que esto es real. Que fui creada por el amor y para el amor. Si he recibido tantos golpes en mi niñez, si pasé por momentos de abandono, que me hicieron experimentar una profunda soledad, si se me trató de manera injusta al no ser respetado como hijo, hermano, alumno, amigo. Si sufrí humillación en el colegio o por parte de alguna persona que tuviera autoridad sobre mi. O tal vez por vicios, divorcio, me sentí traicionado, de tal manera que me creo que no fui valorado lo suficientemente, para que se hiciera algo solo por amor a mi persona. Estoy tan lastimado que no puedo ver como quitarme esta carga de encima, que de verdad siento que este peso jamás se irá y me apego al dolor, creo un pacto con el, de manera inconsciente, que se vuelve parte de mi vida y eso va creando en mi, una actitud agresiva, pues empiezo a amargarme y a hacerle la vida amarga a los demás.

Estas crisis personales, este ya no puedo más que grita mi cuerpo, mi mente, mi espíritu, es el momento que puedo aprovechar para no dejarme vencer, para con mucha fe y humildad buscar ayuda, para dejar de echar culpas y tomar responsabilidad de mi historia de vida y darle el final que yo quiera. Pero también una crisis puede dejarme vencido, derrotado y victimizado.

Es que el papel de víctima a veces se nos da tan bien, se nos hace cómodo que todo mundo me pobretee y se preocupe por lo infeliz que soy, pienso que solo así podré recibir la atención que no se me dio en la niñez y me quedo cómodamente sentado viendo pasar la vida y dejando que los demas se hagan cargo de mi, sigo siendo un Nuño en un cuerpo de adulto, con responsabilidades de padre, esposo, jefe, etc. Un pequeño tirano que reclama atención, que se procure, a tal grado que los demás resuelvan o incluso adivinen mi necesidades, porque nunca se me enseñó a contactar con ellas y ahora quiero que alguien más lo haga. Que me sigan dando de comer en la boca.

Esto es el camino duro, lastimero, cansado y equivocado. Ahí nunca voy a encontrar sentido al dolor, nunca llegaré a sentirme bien conmigo mismo, con los demás y con Dios. No encontraré ni una pizca de bienestar, mucho menos de plenitud, de felicidad, de trascendencia y realización. Yo escojo, yo estoy al mando, solo yo puedo libremente optar por realizar un acto humano maduro, libre y voluntario, que me lleve a amar mejor, a dejarme ayudar y a experimentar el abrazo de Dios, que me ha acompañado a lo largo del camino, que no ha tenido un papel de espectador en mi vida, las ha sufrido conmigo ¡Todas! y solo quiere sanarme, arroparme y dejarme sentir su amor.

 

Nicté Sánchez Badelt – Fundadora de Let’s Rewind

 

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