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Soledad y Encuentro

Vivimos un momento histórico. El COVID-19 nos ha llevado a plantearnos muchísimas preguntas, reflexionar sobre muy diversos temas sociales, políticos, ambientales, económicos, de relaciones humanas, fe y lógicamente de salud.  Ojalá aprovechemos esta pandemia para hacernos nuestras propias preguntas y, a la luz de la fe, aprender lo que tengamos que aprender para mejorar a nivel individual y social. 

Entre uno de los temas ante el cual nos pone el aislamiento social es la soledad. Habrá personas que sientan más el aislamiento social, a pesar de los encuentros en la red, a los cuales no todos tienen acceso de manera ilimitada. Otros, a pesar de estar en familia y poder crecer en la convivencia, estarán enfrentando también las dificultades de la vida común. Aún estando juntos, podemos vivir momentos de soledad.  ¿Por qué nos da miedo estar solos? ¿Por qué nos da miedo el silencio que nos hace enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros miedos, angustias, frustraciones y vacíos? 

Hay una vertiente de la soledad que ciertamente es negativa, aislarnos del otro, volvernos autosuficientes o temeroso del encuentro con los demás porque vemos al otro con desconfianza, como alguien que nos puede lastimar. Todos tenemos un deseo profundo de encuentro, de relaciones profundas, pero muchas veces nuestras heridas o experiencias negativas nos han orillado al aislamiento; vivimos de nuestros miedos, rencores y frustraciones que nos alejan del verdadero encuentro con el otro. 

A veces no elegimos la soledad, pero la vida, sus problemas y complejidades nos han dejado aislados. Es verdad que hay personas que van siendo excluidas y marginadas en la sociedad, en sus propios ambientes, por ello el Papa Francisco habla tanto de llegar a las periferias existenciales y a los descartados de la sociedad. Las comunidades cristianas estamos llamadas a ser espacios que tienden puentes, que acogen e incluyen, no comunidades de personas que se sienten mejores que los demás o poseedores de una verdad que más bien excluye o segrega. El saber acoger al otro aceptándolo como es, sin pedirle que cambie, sin expectativas pesadas que más que liberar opriman. 

Mi fundadora, la Beata María Inés Teresa, cita en un escrito a Paulo VI sobre la caridad, la define “como una activa esperanza de lo que los demás pueden llegar a ser gracias a nuestra ayuda fraterna.”  A este amor estamos llamados, a aceptar sin juicios ni prejuicios a los demás y tener una activa esperanza de lo que pueden llegar a ser con nuestra confianza, escucha, apoyo. 

Desde que era joven estudiante universitaria, el tema del encuentro, de la relación con el otro, de construir comunidad ejerce una gran fascinación en mí. Será porque vivimos en un mundo muy acelerado, superficial e individualista donde no siempre buscamos realmente el encuentro con el otro, y a la vez, en nuestro corazón existe una gran nostalgia por este encuentro profundo, pues estamos hechos para la relación. Bien dice el Génesis “no es bueno que el hombre esté solo, voy a darle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18), refiriéndose a la creación primero de los animales, que no fueron en relación de iguales, y después de Eva, en nivel de igualdad, alguien con quien Adán compartía humanidad. Dios mismo es relación y nuestra semejanza con Él es en la capacidad de amar, y el amor implica relación. 

Al tener este deseo y nostalgia de la relación, cómo no sentir a veces lo abrumador de la ausencia de los seres queridos, cuando estamos vulnerables emocionalmente y sentimos la gran necesidad de desahogarnos ante alguien que nos escucha, o necesitamos simplemente el abrazo de alguien en quien podemos confiar. En este periodo es importante tener una red de apoyo emocional por redes sociales o teléfono, así como personas profesionales que están brindando apoyo emocional y psicológico a quien lo requiere. Y por otra parte, crecer en la conciencia de que Dios no nos deja solos y puede poblar nuestra soledad en la oración es también de gran ayuda. Busca recursos de oración; en la parte de trabajo personal sugeriré un material de oración que puede ayudar en estos días. 

Por otra parte, me gusta ver la vertiente positiva de la soledad. Para poder darnos a los demás, para poder salir de nosotros mismos es necesario primero encontrarnos a nosotros mismos. Si no sabemos también acompañarnos a nosotros mismos en soledad, difícilmente podremos tener relaciones profundas. Es como un gran círculo donde el encuentro con nosotros mismos nos lleva a encuentros más profundos con los demás y los encuentros profundos con los demás nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos. Conozco personas que no son capaces de estar con ellas mismas, de estar en silencio, tienen que prender la tele para poder dormir o no pueden vivir sin música; pensemos que incluso se han inventado portacelulares para la regadera, no somos capaces de estar en silencio, de estar con nosotros mismos, con nuestros pensamientos y emociones. 

Compartiendo una experiencia personal, de niña era muy muy muy tímida fuera de mi casa, casi no hablaba en clase, no me gustaba hablar en público, odiaba las fotografías y me costaba relacionarme en nuevos ambientes. En parte por mis patrones familiares en parte por las heridas que cargaba. Dios me fue llevando por caminos de responsabilidades y encuentros que me ayudaron a salir de ese retraimiento y muchos que me conocieron antes no podrían imaginar que en el futuro iba a hablar ante cientos de personas y la gente o mis hermanas de comunidad piensan que yo era la típica niña platicadora del salón porque hablo mucho y soy buena para las relaciones públicas. Sin embargo, mi centro o algo en mi interior se conserva reservado (y ya no en la parte herida), tengo una gran necesidad de silencio y soledad, y mientras más trato con gente o más hablo, más necesidad tengo de silencio reparador y soledad para estar conmigo misma y con Dios, para ordenar mis pensamientos, emociones, hacerme preguntas, buscar respuestas, hacerme presente ante Dios y escrutar mi corazón junto con Él. Creo que este es uno de los grandes valores de la soledad. Si no aprendemos de esta vertiente positiva y necesaria, anestesiamos mucho de lo que pasa en nuestro interior y no nos escuchamos a nosotros mismos, no escuchamos nuestro cuerpo, lo que pasa dentro de nuestro mundo emocional y espiritual y mucho menos escuchamos a Dios. 

Aun en la vida de familia y comunitaria requerimos espacios de soledad. Un terapeuta que escuché en un entrenamiento de EMDR decía que para que un matrimonio funcione deben de respetar los límites personales y para ello trabajaba con una dinámica llamada “gorra de la invisibilidad.” Cuando alguien necesita espacio para estar consigo mismo y en silencio, se pone la “gorra de la invisibilidad.” Él nos decía, si la otra persona sabe respetar ese espacio, la relación funcionará o se salvará, si no, es casi seguro que no funcionará. Respetemos el espacio de cada uno necesita, sea para ordenar pensamientos y sentimientos o para la oración personal y aprovechemos los momentos que podamos tener de silencio. Entiendo que para aquellos que tienen niños pequeños esto resulta complicado, pero, apoyándose en pareja y hasta donde sea posible, busquemos ciertos espacios de soledad cuando no los tenemos; y cuando los tengamos, encontremos la soledad sin miedo.  Recordemos que el cristianismo está lleno de hermosas paradojas: morir para vivir, vaciarse para llenarse, perderse para encontrarse, silenciar para escuchar, estar solos para acompañar y ser acompañados. 

Lecturas recomendadas: 

  • Te invito a leer el libro del P. José María Rodríguez Olaizola S.J. “Bailar con la soledad”; para estos días de cuarentena lo han puesto libre para descargar en el sitio del Grupo de Comunicación Loyola. Encontrarás grandes claves para reflexionar sobre esta dimensión de la vida:

 https://gcloyola.com/buscar?controller=search&s=bailar+con+la+soledad

  • Te dejo este link donde puedes descargar un taller de oración muy sencillo de seguir, crecer en la vida de oración es crecer en la conciencia de que vivimos en Dios y Él siempre está con nosotros no como una idea, sino como una persona real que se deja tocar por las personas heridas y por sus discípulos:

http://www.dominicasmsf.org/kit_upload/file/oraciones/talleroracion.pdf

H. Elizabeth Mendoza MC

3 comentarios en “Soledad y Encuentro

  1. Excelente invitación al silencio.! Dificulme te tendremos una oportunidad parecida, o al menos, esperemos que no sea por una pandemia. Enhorabuena Sor Lyz. A seguir haciendo fluir la creatividad escrota

  2. Gracias por preocuparse por nosotros y compartirnos este mensaje que nos hace reflexionar y crecer como personas le mando un abrazote y saludos a todas las hermanas Que Dios me las siga bendiciendo !! Muchas gracias ☺️

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