Todo nuestro ser, toda nuestra constitución y naturaleza humana está “diseñada” para la felicidad. Y sí, aun cuando por causa de la enfermedad, las limitaciones económicas, materiales, psicológicas e incluso espirituales, parece que la vida no quiere comer, sin embargo, la felicidad sigue tocando a nuestra puerta, como si no entendiese, como si le “valiese gorro” todo y ahí está toca y toca, necia felicidad que no entiende que aún no puedo ser feliz, que no puedo permitírmelo. Y ella toca y toca y cuanto más toca más buscamos arreglar la casa y que todo esté en orden para poder dejarla pasar, porque ¿Cómo voy a dejar entrar la felicidad en mi casa, en mi vida, con este desorden, con esta situación, con este pasado, con ese hecho? ¡No!, nos decimos, si quiero ser feliz, pero antes debo de poner las cosas en orden, no puedo ser feliz en esta situación, con este hecho, con estas circunstancias y no nos dejamos ser felices, no le abrimos la puerta. Y la felicidad se queda ahí, en la puerta, diciendo: ¡¡¡Pero si yo a quien quiero es a ti!!!
No podemos negar que la enfermedad, los traumas, las dificultades económicas, las limitaciones del orden que sean, las afectaciones psicológicas e incluso psiquiátricas, todo ello afecta nuestras vidas y nos provoca situaciones emocionales, psíquicas, sentimentales y espirituales que pueden no ser agradables a nuestra sensibilidad, pero la felicidad no depende de ello, no puede depender, porque en caso de que si lo hiciese nadie enfermo o pobre o con dificultades en su pasado o en su presente podría ser feliz y es un hecho que hay personas enfermas y felices, pobres y felices, con limitaciones y felices, es decir, no sumemos peras con manzanas si queremos el total de una misma fruta. ¿Entonces de qué se trata?, ¿De qué depende que pueda ser feliz o no serlo? Pues depende de que optes por serlo o no, de que te lo permitas. La felicidad es una opción de vida y es de otro orden, de otra categoría que cualquiera de las circunstancias, porque la felicidad esta en conformidad con nuestra naturaleza, con nuestra humanidad, sea cual sean las circunstancias, pero también debemos de estar conformes con ello, es decir permitírnoslo, es decir optar por ello, por lo que de hecho me pertenece, al margen de las circunstancias. Cuando decimos que algo nos roba la felicidad lo que hacemos en realidad es una renuncia, es decir prescindimos de la felicidad mientras no tengamos aquello que deseamos, es decir es como una “pataleta”, ¡Pues si no tengo dinero no soy feliz!, ¡Pues si no tengo salud no soy feliz!….
Entonces se trata de que no condicionemos nuestra felicidad, no debo de necesitar nada ni a nadie para ser feliz. Y esto, que parece una cosa imposible, al menos para algunos mortales, sin embargo, lo es para otros y por tanto deja ver que es posible, que “si se puede”. Así, yo no puedo asociar mi falta de dinero con mi felicidad si quiero ser feliz, mi felicidad ¡No se toca!, ni tan siquiera yo la puedo tocar, ¡No está en juego! Ni tampoco debo de asociar mi felicidad con la enfermedad o la salud, u otras cosas no va por ahí, pero lo terrible es que si quiero puedo hacer el berrinche y tirarme al suelo a patalear. ¿Entonces a que debo de asociar mi felicidad? ¿Qué cosa debo de estar pendiente de que no falte para que no falte la felicidad? Pues esa cosa es la ACEPTACIÓN DE MÍ MISMO, como soy, con mis limitaciones, con mis errores, con mi pasado, con ese hecho terrible, en mis circunstancias y amarme y estar satisfecho de que “soy quien soy”, aunque haya cosas que quiera o deba cambiar si puedo. No necesito nada para ser feliz. Necesito dinero para una paleta o para un Ferrari, pero puedo ser feliz sin paleta o sin Ferrari, porque si no nadie sin paleta podría serlo o la inmensa mayoría de los mortales (casi todos) tampoco podrían ser felices sin Ferrari y me consta que una vecina mía no tiene y es feliz. Necesito trabajo para alimentar a mi familia o para cubrir mis necesidades, pero puedo y debo de ser feliz con o sin trabajo, porque voy a ayudar más a mi familia sin trabajo, pero feliz, que sin trabajo y abatido. Necesito salud para sentirme pleno corporalmente, pero no puede depender de ello mi felicidad, pues de todos es sabido que las enfermedades, muchas de ellas dependen también del espíritu con que se las vive y no es lo mismo un cuerpo enfermo y un espíritu sano que un cuerpo enfermo y un espíritu enfermo también, conocí a un joven que contrajo un cáncer galopante que se lo llevó en unos meses y antes de morir decía: “Yo era un leño seco que no ardía hasta que Dios me envío el cáncer”.
Entonces es una opción, opto por ser feliz; una decisión, decido ser feliz; es conformidad, estoy conforme con lo que tengo, con lo que soy, con quién soy, aún como estoy, con mi pasado, no me hace falta nada para ser feliz porque ser feliz es de otra categoría. Ser feliz es parte de mi naturaleza y esto, ¡¡¡Agárrense!!!, nadie ni nada me lo puede quitar si yo no lo entrego. Para el creyente esto aún es más fácil de entender, de aceptar, de vivir, porque incluso la propia fe le dice que Dios le crea para amarle y amándole ser feliz y Dios no pone condiciones de otra índole. Y para el no creyente la ley natural ahí está, que exhorta a ser fiel a la propia conciencia (Dios para el no creyente), que le va a proporcionar la paz que exige la felicidad, cuando se opta por ser fiel a ella, por ser feliz. Esta opción por ser feliz, esta decisión que es necesario tomar implica tener siempre y en todo momento y en todo lugar y bajo cualquier circunstancia que me acepto como soy y soy feliz y si he de cambiar lo haré siendo igualmente feliz. Es decir, hay que ser un poco “cabeza dura” un poco “necio” con las adversidades. Llevaré mi enfermedad siendo feliz y si llegó a curarme solo habrá cambiado mi salud. Si existe un hecho terrible en mi vida siempre lo manejaré mejor desde la felicidad que desde el abatimiento, porque el hecho me puede causar malestar y hasta asco, pero cuando hay amor, felicidad, hasta lo que nos causa malestar y asco puede ser motivo de orgullo y si no que se lo digan a las mamás o papás cuando limpian la colita al su “bodoquito”, pero tiene que haber felicidad, yo mismo sería el “bodoquito” de mí mismo y el resto de las cosas aquello que hay que limpiar.
No se trata de tener una actitud psicópata, carente de emociones y sentimientos, no, porque la felicidad es de otro orden. No se trata de ser egoísta y vivir indiferente a las necesidades propias o ajenas, al contrario, da más muestras de generosidad quien con un buen espíritu toma las cosas y la vida, que quien transmite a los demás estados no deseables y esto es una opción por la cual debo de decidir ¿Y como hacer si no logro “ser feliz”, a pesar de que quiero ser feliz? Bueno decídete, no hay una fórmula mágica para que tú o para que yo demos ese paso, pero es un hecho que pasa incondicionalmente por amarte y aceptarte cómo eres, como somos, siempre y en todo lugar y bajo cualquier circunstancia ¡¡¡SER FELIZ!!! A lo bruto, a la española, “que si hombre que soy feliz” y después, poco a poco vamos a ir solucionando esas cosillas que nos ayudan a que nuestra vida, dinero, salud, sentimientos, emociones, personas, etc. a la mexicana, es decir con lo que tenemos a la mano, como es posible. Cambiar lo que haya que cambiar, sanar lo que haya que sanar, buscar lograr lo que haya que lograr, pero mientras durante y hasta entonces, siendo felices y después desde luego que también.
Mtro. José Luis Medina Mora.
Mantente en contacto, suscríbete a nuestro semanario:
3 comentarios en “Tu mismo”
Excelente!!!! gracias gracias gracias!!!
Un gusto poder compartir!
Se lee muy fácil . Pero ¿cómo mantienes esa actitud? ¿Cómo levantarte si cuando menos lo esperas ya estás en tu estado inconforme? Entiendo que son grados de conciencia pero por qué me gana ?