¿Te has puesto a pensar cómo sería si volvieras a ver la vida a través de los ojos de tu niño interior?
Christopher Robin, un filme que me transportó a mi niñez, pero no como historia de vida personal ni de recuerdos melancólicos, sino a conectarme con mi niña interior, pero ahora como adulto. Por medio de pequeñas, pero profundas frases que fui descubriendo mi corazón se movió para volverme conectar con el verdadero rumbo de mi vida: ser feliz, vivir la vida aún más simple y, sobre todo, compartir mi felicidad con los demás, en especial con los más importantes, mi esposo e hijos.
Con estos diálogos y escenas, profundas y simples a la vez me di cuenta de que “a pesar de…” en esencia seguimos siendo las mismas personas que de niños fuimos: nobles, tiernos, juguetones, con una impresionante habilidad de soñar, aunque también teníamos miedos, a los Heffalumps quizá. Claro, de niños teníamos miedos, pero con nuestra gran imaginación nos hacíamos de armas para vencerlos.
Despierta como Pooh.
De niños somos auténticos y conforme vamos creciendo aprendemos que hay que cambiar, que hay que ser diferentes para poder encajar, para que los demás nos amen y nos acepten. Nos ponemos un disfraz de vida que nos va quedando grande y pesado porque no nos pertenece. Nos vemos al espejo, ¿y? Si todos despertáramos como lo hace Pooh, levantando los brazos, viendo al espejo, sonriendo y maravillándonos de ese reflejo, cantando y bailando. Simplemente felices porque hay un nuevo día. Comenzar la mañana como niños, sin complejos, listos para ser felices tomando cada momento como venga.
“Estoy roto”.
“Yo no te veo nada roto; alguna arruga puede que sí”.
Sí, es verdad, ya somos adultos y pudimos haber cambiado muchísimo: unos kilos de más, unas cuantas arrugas, más enojones…sentirnos rotos. Sin embargo, hay que redescubrir nuestro verdadero tesoro interior, esa bondad pura con la que nacimos, esa naturaleza simple, sana y nada complicada que nos daba la fortaleza de vencer todo; de sorprendernos de lo más trivial, de encontrar una solución a cada situación y de adaptarnos a lo nuevo sin tanto miedo. ¡Caramba! Lo roto hasta con goma de mascar lo pegábamos…
El globo rojo y el maletín.
Hay que buscar ser felices tomándonos muy fuerte de aquello que nos proporciona gozo: a Pooh, su globo rojo, lo simple. Le hace muy feliz y aún así no duda el compartirlo. A Christopher Robin, su maletín. Siente que su vida entera depende de él y que es la fuente de su felicidad y tranquilidad. Compartirlo o perderlo, ¡ni pensarlo! La mirada del niño y del adulto. Ambos traían en sus manos aquello que para ellos era importante.
“Qué pasará si te olvidas de mí?”
“Osito bobo. Jamás me olvidaré de ti, Pooh. Lo prometo. Ni aún teniendo 100 años…”
Todos guardamos en la memoria de nuestra alma recuerdos de la niñez que nos hace recordar lo felices que fuimos y lo sencilla que parecía la vida. De cuando en cuando vale la pena sacarlos del baúl y afianzarnos de ellos. La vida seguirá siendo tan simple como tú y yo la queramos ver. Tu niño interior va contigo siempre. Reencuéntrate con él y hazle la promesa de que jamás te volverás a olvidar de él.
“Tú vida está pasando de largo, justo en frente de ti…”
Trabajamos y planeamos para mañana olvidándonos de disfrutar del hoy. Nos convencemos de que vida es aquello que está por venir y perdemos de vista que en realidad vida es justo lo que en este momento está sucediendo. Nos convertimos únicamente en espectadores olvidándonos de disfrutar el vivir, de sacar a ese niño interior que nos hacía reír de la nada y por las cosas más absurdas. Recuerda: vida es eso que pasa mientras nosotros esperamos que suceda.
“Christopher Robin, eres tú jugando de nuevo”.
Creemos que porque ya somos adultos hay que dejar de ser niños. Y es que no se trata de ser inmaduros, sino de sabernos divertir y disfrutar sanamente como lo hacíamos de niños. Insisto, de recobrar nuestra capacidad de admiración y de diversión con las cosas más simples.
“Tal vez nos toca a nosotros salvar a Christopher”, dicen Pooh y sus amigos.
Cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, que nada tiene solución vale la pena dar ese brinco al pasado y recordar cómo hacíamos para resolver eso que entonces llamábamos problema. ¿Qué maravilloso recuerdo del pasado puede traerte esperanza a este presente que a veces ves sin futuro? Recuerda que antes tú eras el héroe de tu propia historia y hoy lo puedes volver a ser.
“No sé por qué regresaste oso tonto. Ya no soy un niño, soy un adulto. Tengo responsabilidades”.
“Pero eres Christopher Robin”.
¡Qué delicia de diálogo! Es cuando nos damos cuenta de que el alma espiritual es atemporal. Tú y yo seguimos siendo en esencia los de siempre: hijos de Dios, personas dignas capaces de dar y recibir amor incondicional. Eso sí, con más años, pero todo lo demás son accidentes… Nuestra mayor responsabilidad es alcanzar la plenitud -santidad- por el camino de la felicidad. Sí, ser felices es nuestra responsabilidad, derecho y obligación.
“Estoy perdido”, le dice Robin a Pooh.
“Pero yo te encontré…”
Recuerda, ese niño interior siempre estará esperando por ti. Puede ser que tú lo hayas perdido. Ahora, simplemente déjate encontrar por él. Hazle saber que ahí estás. Para ese niño tú siempre serás su héroe… y él de ti.
Luz Ivonne Ream
Un comentario en “Christopher Robin: una mirada a tu niño interior”
Muy buen post, muy recomendable! Reciba un cordial saludo.