Hace doce años acompañé un grupo de jóvenes italianos a Taizé, Francia. Entre las pláticas a las que asistimos con los hermanos de la comunidad de Taizé fuimos a una sobre la vulnerabilidad. Fue pesado para mí escuchar esta plática pues debía traducir del inglés al italiano y con gente hablando detrás de mí. Pero a pesar de todo fue un mensaje que me llegó muy profundo. El hermano nos hablaba del camino elegido por Cristo, hacerse débil, sumamente vulnerable desde su nacimiento hasta la muerte en cruz y nos compartía el testimonio de su fundador, Fr. Roger, quien murió apuñalado por una mujer con una enfermedad mental. Nos decía que muchos le habían dicho de implementar mayor seguridad en Taizé por la cantidad de personas que asisten cada semana, pero él no quiso, pues Jesús se había hecho vulnerable, y efectivamente murió desprotegido. Nos presentó la vulnerabilidad como un camino privilegiado para el encuentro con nosotros mismos y con Dios. Todos somos vulnerables, quien más quien menos, pero todos tenemos esa fragilidad humana que hace que otros nos puedan lastimar física o emocionalmente.
¿Qué significa la palabra vulnerabilidad? Viene del latín vulnerabilis.Compuesta por vulnus, que significa ‘herida’, y el sufijo –abilis, que indica posibilidad; por lo tanto, una mayor probabilidad de ser herido. Y vulnerado significa que ya hemos recibido heridas.
Todos, desde nuestra concepción, somos sumamente vulnerables. Desde el embarazo, el parto y la primera infancia fuimos expuestos a diferentes situaciones que pueden habernos lastimado. Independientemente de que nuestra familia sea estable, más o menos funcional o no, todos hemos recibido heridas psicológicas. La herida viene cuando no es atendida una necesidad básica del niño-adolescente o cuando se ha violentado la integridad personal. Hay diferentes esquemas para presentar las principales heridas emocionales, en lo personal me gusta el esquema del P. Carlos Rafael Cabarrús, S.J.[1]y creo que puede ser de mucha utilidad, pues el primer paso para la sanación es la identificación y aceptación de las heridas:
- No me reconocieron en mi identidad
- No me sentí amado
- Me abandonaron, no me atendieron
- No me reconocieron en mi necesidad de ser tocado adecuadamente
- No me creyeron
- No apostaron por mí
- Me compararon
- No me dieron un rol
- No tuve seguridad
Muchas veces tenemos claras nuestras heridas, sabemos algo que nos ha lastimado y lo tenemos bien identificado en el tiempo: alguien abusó de mí sexualmente, mis padres se divorciaron, murió alguien muy importante para mí, etc. Otras veces fue una condición o circunstancia de la familia: un hermano con discapacidad y yo me sentí desplazado o poco importante, un padre alcohólico y siempre viví con temor e inseguridad; una mamá muy perfeccionista y su nivel de exigencia hizo que yo me sintiera anulado; un padre muy violento y siempre viví con temor, etc. Una situación que se prolongó a lo largo de muchos años de la infancia y adolescencia y cuyo daño se refleja en conductas no siempre conscientes. Justo esa es una de las primeras tareas del viaje interior para encontrarnos a nosotros mismos y sanar: tomar consciencia.
¿Qué nos puede ayudar a identificar las heridas si no tenemos mucha claridad? Nuestras reacciones desproporcionadas, miedos y compulsiones, por ejemplo, la búsqueda exagerada de reconocimiento, éxito, armonía, aceptación, etc. Para darnos cuenta de ello, es necesario tomar conciencia de nuestras emociones, de aquello que nos lleva a una profunda tristeza o malestar, de las personas que no soportamos y/o de las situaciones que nos desequilibran.
Todo esto se transforma en oportunidades valiosas si sabemos leer con una mirada de búsqueda. Cada día, antes de dormir o en un momento en que puedes estar a solas tómate un tiempo para analizar tu día y tomar conciencia de lo que sentiste, así podrás ir rastreando el origen de tus emociones e inconsistencias. En otro artículo hablaremos del examen de conciencia (no el de la confesión) para tener una herramienta valiosísima desde el punto de vista psicológico y espiritual que nos dará mucho material para conocernos y trabajarnos.
Por último, no hay que tener miedo de reconocernos débiles, heridos, vulnerados y vulnerables. Para los que somos creyentes justamente la debilidad nos hace vivir la experiencia de la necesidad de Dios y recibir una fuerza que nos trasciende y nos supera. “pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Cor, 12, 10), cuando nos reconocemos débiles también nos sentimos necesitados de los demás, experimentamos que no lo podemos todo y nos abrimos a la experiencia de la compasión, la comprensión y la misericordia. Hay que abrazar la propia debilidad para poder descubrirnos a nosotros mismos, hay que morir para vivir, pasar de la oscuridad a la luz sobre nosotros mismos. Para enfrentar nuestras heridas la contemplación de Jesús crucificado es un medio privilegiado, pues sabemos que “sus heridas nos han curado” (1Pe 2, 24).
Trabajo personal:
- Obsérvate durante una semana y registra en un diario: emociones, reacciones desproporcionadas, miedos, compulsiones, momentos de desequilibrio interior. Nota si hay alguna constante que te permita rastrear tus heridas.
- Lecturas recomendadas:si quieres leer algo que te puede ayudar a iniciar un proceso de autodescubrimiento te sugiero 2 excelentes libros:
- Supera tu pasado: tomar control de tu vida con el EMDR, de Francine Shapiro, Ed. Kairós. En este libro la Dra. Shapiro, creadora de la terapia EMDR te lleva de la mano en un proceso de conocimiento personal y proporciona algunas herramientas ayudándote a ver qué puedes resolver por ti mismo y en qué necesitas ayuda profesional.
- Sanando las ocho etapas de la vida, Dennis Linn, Matthew Linn, Sheila Fabricant Linn. Lo hay en diferentes editoriales o se puede descargar en internet. En este libro encontrarás un esquema que sigue las etapas de Erickson y ya contiene un ejercicio de oración y sanación al final de cada capítulo.
- Estos no son libros pero es una serie de 3 videos de charlas de Fray Nelson Medina: Catequesis Básica de Sanación.
Hna. Elizabeth Mendoza Bravo MC
[1]Cabarrús, Carlos (2009), Crecer bebiendo del propio pozo, 12ª Ed, Ed. Desclée De Brower.