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El valor del sufrimiento

Todos queremos dejar de sufrir. El sufrimiento es de por sí la principal causa de insatisfacción de las personas, chicos y grandes, hombres y mujeres, jóvenes o viejos y hasta los animales buscan saciar sus instintos más básicos para liberarse del sufrimiento. Ya sea éste por causa de la pobreza, de la enfermedad, del desamor o por cualquier otra causa, nos repugna el sufrimiento y tratamos de evitarlo a toda costa. Para ello en ocasiones ponemos medios equivocados, que finalmente no son, a la corta o a la larga, sino causa de un mayor sufrimiento, pero con más difícil solución. 

Este artículo no pretende ser de ninguna manera una apología del masoquismo, ni tan siquiera señalar que el sufrimiento tenga por sí mismo algún tipo de valor. Sin embargo, si de lo que hablamos es de darle sentido al sufrimiento, o de encontrar valores en el sufrimiento, cuando éste se vive, o se lleva, o se ofrece con paciencia o por amor, entonces sí podemos decir que el sufrimiento es “monedita de oro”. Y es que cuando todo va bien en la propia vida, en el trabajo, en el amor, no solemos reparar en el valor de lo que tenemos, de lo que vivimos, de lo que nos ofrecen o de lo que ofrecemos, eso lo valoramos más cuando sufrimos. Cuando las cosas se ponen mal, cuando sufrimos, es cuando tenemos que reaccionar, es el momento de poner manos a la obra para sanar lo que esté en la mano sanar, para reparar lo que se pueda y haya que reparar, para superar lo que haya que superar o simplemente para aceptar lo que se deba aceptar. 

Cuando advertimos en el otro, que es capaz de sufrir por mí, que incluso no lo duda, es entonces cuando el sufrimiento cobra sentido, es la mejor y mayor prueba del amor. Pasarla bien por amor al otro está bien, pero no demuestra nada, o lo demuestra raquíticamente, el que ama y el que no ama lo pueden hacer. Sin embargo, pasarla mal por causa del otro es ya otro cantar, de ahí huyen los falsos amigos, los falsos amores, ahí se ponen en evidencia los mezquinos intereses. Nada más lejos que buscar hacer sufrir para probar el amor, es decir poner a prueba, no el amor no pone a prueba, porque el amor, como la fe se demuestra respondiendo, no poniendo a prueba. Pero el amor cuando no es ciego (y no es bueno el amor ciego), tiene claro cuando si y cuando no, quien sí y quien no: “obras son amores y no buenas razones”. 

Pasar de curso, entrar a la universidad, salir de ella con un título, mantener un trabajo o vivir sin él, una enfermedad no deseada, sacar adelante una familia, un corazón roto, la pobreza y en ocasiones también la riqueza, la ignorancia y “ay”, en ocasiones también la sabiduría, todo ello es o pueden ser causa de sufrimiento, pero este sufrimiento cuando es fruto del amor, es decir cuando tiene sentido, entonces cobra un valor casi infinito y una vez pasado ennoblece a quien lo sufrió.  

El mismo Dios eligió el sufrimiento como medio de redención, podría haberlo hecho igual de otra forma (o talvez no). Dios mismo quiso someterse a todos los inconvenientes de nuestra naturaleza, a las incomprensiones, a la injusticia, a la traición hasta de los suyos, para darnos a entender que nos entiende y que no quería estar “feliz” en su cielo, mientras sus hijos sufrían de un modo que Él no conocería jamás. Quiso Dios someterse al sufrimiento por amor, no renunció a la satisfacción del propio sacrificio por amor y siendo Todopoderoso, no podía por supuesto, no sufrir, no llorar, no morir, podía hacerlo y lo hizo, por amor. 

No hace falta ser muy docto, para apreciar el valor del sufrimiento, pero si hace falta tener amor, amar. Es una cuestión de actitud. Quien vive de cara solo al placer, sea este del tipo que sea, como punto de referencia, a satisfacer todos y cada uno de los apetitos propios, difícilmente permanecerá en pie en el momento de la prueba y entonces su sufrimiento será aún mayor, porque no tendrá sentido, por ello será aborrecible, pero hasta de ahí se puede salir con bien. Pero quien busca sobre todo el bien del otro, quien vive de forma humana, donde no solo los instintos mueven a la acción, quien es consciente de que la mayor ignorancia no viene de la ausencia de conocimientos, sino de la ausencia de sentido de la vida y de compasión, ese, aunque caiga por tierra se levantará. 

Es fruto de la inmadurez, que con frecuencia nos acompaña toda la vida, querer vivir sin sufrir, es como huir del enemigo hacia delante. Lo primero que aprendimos fue a quejarnos y a llorar cuando algo nos molestaba y esto no es malo o está mal cuando se es niño, pero es motivo de ruina humana cuando vivimos con esa actitud de forma habitual. 

Y me dirá el enfermo terminal, el que está sumido en la miseria, el torturado, quien sufrió o sufre violencia: ¡No puedo encontrar valor en esto, esto no puede tener ningún valor! No, en si eso no tiene ningún valor, pero ¿Como es entonces que hay también quienes pasando por lo mismo permanecen en pie, enteros, dignos? Porque han entendido que gracias a eso pueden ser más, ser mejores, ayudar más, que de no haber pasado por ello. No digo que tenga menos valor quien sufriendo no sabe o no puede encontrar sostén, sino que sí se puede y por tanto es deseable llegar ahí, es posible llegar ahí. 

Es fruto de compasión todo aquel que sufre, pero es también fruto de admiración quien lo hace con aceptación, cuando no es posible hacer nada por evitarlo, o quien comprende incluso que ese mismo sufrimiento es necesario para su crecimiento, para su desarrollo o para un bien mayor que lo puede llegar a exigir. 

No nos hace nada bien la auto compasión. Del mismo modo que nos hace y hace bien la compasión hacia el otro o hacia un animal, no nos hace bien la autocompasión. Compadecernos a nosotros mismos, es decir, sentir pena de nosotros mismos nos coarta la acción, nos hunde en la depresión y la tristeza, en el abatimiento y finalmente terminamos por buscar culpables en los demás. Es mejor en esos casos, cuando se sufre sin solución, encontrar el modo de vivir con aceptación, que no significa autodestrucción. Es preferible mirarse con coraje, hacer uso de valentía, sea esta poca o mucha, pues esto no es fruto de condición sino de decisión. 

  • Incluso en las circunstancias más extremas y duras de la vida puede haber y de hecho hay motivos y razones para vivir, pero es necesario también buscarlas, es decir, puede que no estén a la vista, por eso digo “buscar”, porque ahí están y de eso podemos estar seguros : El Hombre En Busca De Sentido. Víctor Frankl.

Finalmente, no puedo por menos reconocer y brindar mi admiración a todas aquellas personas que sufren también sin sentido, a quienes están desahuciados, a los miserables de este mundo, a quienes de una u otra forma sufren o han sufrido violencia, con o sin sentido, por la razón que sea. Mi más profunda admiración porque ellos son también parte de todos y aún sin saberlo, aún desesperados o viviendo su dolor sin sentido, estoy seguro de que son causa de progreso para la humanidad, de esa humanidad que justamente fue la causa muchas veces de su dolor. Mi más profunda admiración a quienes sumidos en la depresión o en la angustia no ven ninguna salida, porque nos están diciendo que así no, a los satisfechos. 

José Luís Medina.

Un comentario en “El valor del sufrimiento

  1. Cuanta razón hay en este artículo es otra manera de ver y de vivir el sufrimiento y las pruebas que a diario vivimos para no llevar una vida sin sentido, Gracias bendiciones.

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