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Acompañamiento espiritual

¿Qué es eso del acompañamiento espiritual? ¿ Es sólo para curas y monjas? ¿Yo debo de tener acompañante espiritual?

Quienes ya tienen largo recorrido en la vida espiritual seguramente saben de qué se trata, pero también es cierto que personas con largo recorrido en la vida espiritual no han oído de ello o si han oído puede que no puedan tener un acompañante, o no tengan nadie que lo haga, o simplemente crean que no lo necesitan. En un mundo como en el que vivimos y con la carencia de personas capacitadas, dedicadas, o dispuestas a prestar un servicio como este, se entiende que no todo creyente puede tenerlo y aun pudiendo no todos creen necesitarlo. También debemos de ser conscientes de que la figura del acompañante espiritual no es esencial en orden al crecimiento espiritual, pero si muy recomendable, (MUY RECOMENDABLE)

Acompañar a alguien espiritualmente significa por una parte conocer la vida espiritual de esa persona, para poder, con la ayuda del Espíritu Santo, ayudarle a tener más elementos y recursos para elegir los caminos por donde “transitar”. Pero por otra parte también significa ayudar a esa persona a contemplarse desde otro ángulo de vista (el del acompañante), pues solemos ser acomodaticios no solo en lo material sino también en el campo espiritual. Buscar un acompañante espiritual es aconsejable para cualquiera que quiera crecer más en su vida espiritual, siempre y cuando ese acompañante sea eso, un acompañante, porque podemos caer con frecuencia en el error, acompañante y acompañado de, el uno tomar las riendas del otro y el otro dejarse dirigir como si de caballo de feria se tratase, renunciando a la propia libertad y conciencia.

El acompañante espiritual debe de poner al servicio del acompañado todos sus conocimientos y experiencia, cuando hagan falta, para que el acompañado sea quien de manera libre determine por dónde ir, con los recursos que se le ofrecen, pero siempre siendo él quien elija el camino. Es como el arquitecto que te ayuda a diseñar tu casa, pero finalmente eres tu quien le dice que sí y que no de su proyecto.

De ordinario acudimos al acompañante, bien porque ya tengamos una rutina en hacerlo, bien porque haya cuestiones problemáticas en el aspecto espiritual. Sin embargo, en este acompañamiento no solo se deben de poner las dificultades, sino también los éxitos, las alegrías, hay que poner lo que ayuda y también lo que no ayuda. Este acompañamiento debe de ser algo libre y voluntario y tanto el acompañante no debe de atosigar al acompañado con visitas calendarizadas, como el acompañado creer que si no tiene la cita ya no puede resolver. En principio todo creyente tiene, a través de su conciencia, los recursos suficientes para dirigir su vida y es un error pensar que sin el acompañante ya no se pueda dar un paso o que se va a dar mal. La libertad de los hijos de Dios consiste en elegir entre los diversos bienes, aquel que se considera mejor y ese, sin duda, será el mejor, si se trata de un bien y la figura del acompañante entra ahí con su experiencia y conocimientos, para enriquecer las posibilidades. El acompañante debe de ir siempre un paso atrás del acompañado, pero previendo posibles errores, para facilitarle al acompañado los recursos para evitarlos. Y paciencia, mucha paciencia, tanto de uno como de otro, pero si cabe más del acompañante, pues las peras no maduran porque más que se les meta prisas. Casi el principal secreto del progreso espiritual radica en la paciencia, pero también en la constancia, pues es fácil en la vida espiritual pensar que algo no funciona y abandonar, o querer  ir por otro lado a la primera de cambio.

El progreso en la vida espiritual, el principal progreso, no viene del acompañante, ni de los esfuerzos del acompañado, sino que viene de Dios, que se sirve de uno y de otro para repartir sus gracias, gracias que son gratuitas, pero que requieren de la aceptación del acompañado y de la no interferencia, sino de la ayuda, del acompañante que actúa un poco a modo de canal.

Un peligro que puede presentarse, tanto para el acompañante como para el acompañado, es pensar que las cosas solo pueden ser de una forma y que todos los demás caminos son erróneos. Dios, en su infinita misericordia y bondad nos pone delante un sinfín de alternativas, que el acompañante debe de saber presentar y el acompañado discernir, para elegir mejor el camino que el cree que Dios le pide.

También se puede presentar el caso, de que el acompañado pida un consejo específico “Maestro bueno qué he de hacer de para heredar la vida eterna”, Es el caso del joven rico, que pregunta a Jesús. Cuando Jesús le dice que cumpla los mandamientos, el joven dice que todo eso ya lo ha cumplido, pero quiere algo más, entonces Jesús le dice que, si quiere ser “perfecto”, deje cuanto tiene, se lo dé a los pobres y después lo siga. Todos sabemos cómo termina la historia, por ello, si queremos seguir al pie de la letra lo que diga el acompañante, al margen de la propia conciencia, debemos de estar dispuestos a renunciar a nosotros mismos y esto no es fácil si somos “ricos”.

Ciertamente podemos construir la propia casa con pocos conocimientos y vivir ahí, pero no será igual que con la ayuda de un arquitecto.

Cada uno de nosotros, cada ser humano es único e irrepetible y es única e irrepetible su relación con Dios, es por ello que no puede haber fórmulas ya establecidas en el acompañamiento espiritual, la misma casa no sirve para todos, es más, solo sirve para quien va a vivir allí. Cada persona tiene una historia, un presente y un futuro, distinto del de todos los demás, por más que vivan una misma fe. El modo de actuar de Dios suele ser a través de causas segundas y es aquí donde entra el acompañante espiritual. La mismísima Virgen pregunta a Gabriel “cómo será esto, pues no conozco varón”. Conviene que el acompañante elegido sea en la medida de lo posible lo más estable y no hacer cambios con frecuencia o tener varios acompañantes, pues no es fácil que todos conozcan todo de uno y sería como tener que estar volviendo a empezar de nuevo una y otra vez, pero siempre será preferible confiar en alguien distinto, cuando no es posible tener al habitual, que quedarse con la duda o la cuestión. El acompañante, debiera de ser ejemplo de vida para el acompañado, pues difícilmente habrá confianza en quien despierta desconfianza, pero eso no quiere decir que tenga que ser un experto teólogo o en derecho canónico o en doctrina moral, el primer director espiritual del Juan Pablo II fue un sastre. Aunque no se prescribe una frecuencia, lo ideal sería una vez cada mes, durante una media hora, que sería suficiente si antes se ha preparado, pero puede ser con más frecuencia o menos, según circunstancias. Conviene poner ahí un poco toda la propia vida, pero principalmente aspectos de vida espiritual, lecturas, oración, sacramentos, la lucha diaria, tristezas, alegrías.

Ciertamente no es posible que todo cristiano tenga un acompañante espiritual, primero por la tibieza en que muchas veces nos encontramos, que nos impide hacerlo y después porque no siempre es posible aun cuando se desee.

 

José Luís Medina.

2 comentarios en “Acompañamiento espiritual

  1. Cuanto me gustaría vivir este taller! Sin duda es una obra de Dios, antes de conocer este proyecto yo sentía la necesidad de ser acompañada, tipo con un psicólogo pero no me animé porque es muy diferente ser acompañado por alguien que no sabe que lo primordial de tu vida es Jesús, espero poder vivir el retiro de Puebla!

  2. Hola quiero participar para ganar el taller de Sanando mi Afectividad. Soy estudiante y no puedo costearmelo pero me muero de ganas. Soy formador de adolescentes en el ecyd puebla y futuro psicólogo católico, espero tener suerte. Muchas gracias

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