¿Puede traernos algo bueno el fracaso?, ¿Tiene valor? ¿Tiene sentido?
Los éxitos y los fracasos de ordinario deben de estar presentes en la vida de cualquier persona que viva una vida normal. Los fracasos y los éxitos, sean estos pequeños o grandes debieran de estar presentes incluso en el vivir de cada día, aunque muchas veces estamos tan enfrascados en mirar a largo plazo, que perdemos de vista el aquí, el hoy, el ahora y con ello perdemos más que ganamos. Es bueno el pararnos con frecuencia a examinarnos, ver qué está pasando, qué hemos hecho, qué hacemos, donde vamos, qué queremos y si esto está bien así o hay que cambiar el rumbo.
De ordinario escuchamos y lo hacemos también nosotros, el desear a otros que tengan éxito, en alguna empresa, en el nuevo año, en alguna relación, como si el éxito de veras fuese lo importante, como si del éxito dependiese el que todo vaya bien o no. Y sin embargo del éxito aprendemos poco, aprendemos menos, mucho menos, que del fracaso. El éxito con frecuencia, nos lleva a ser vulnerables y el fracaso de manera paradójica, a serlo menos, si aprendemos la lección. Crecemos más con las derrotas que con las victorias, en todos los campos.
Sin embargo, nos aterra fracasar, no vamos a decir que no, es natural. El fracaso sin embargo es el mejor maestro de la vida y esto ya desde que damos los primeros pasos. De no caernos, una y otra vez nunca hubiésemos aprendido a andar, las caídas son necesarias para el aprendizaje. Con las caídas aprendemos, nos damos cuenta de qué fue lo que pasó. En el éxito sin embargo nos invade una especie de neblina que nos impide darnos cuenta de las cosas importantes, de personas importantes, de hechos importantes, estamos tan emocionados, tan apasionados por el éxito, que de ordinario éste no nos deja madurar. No quiere decir esto que el éxito sea malo y el fracaso bueno, sino que el éxito conlleva riesgos y el fracaso conlleva aprendizaje y lecciones.
Nadie proyecta su futuro fracasando, aunque sea para crecer. Siempre buscamos cada éxito, cada victoria como un don de Dios, como una gracia. Sin embargo, solo mostramos sabiduría, solo nos sirven uno y otro, éxito y fracaso, cuando no los vemos como un fin en sí mismos, sino como medio de crecimiento, de aprendizaje y de servicio. Esto último quiere decir que finalmente todo es gracia, fracaso y éxito son como dos caras de una misma moneda, que pierde su valor si tratamos de individuar una sola de las caras, en ese caso ya no sirve, pierde su valor. El triunfo cristiano siempre conlleva un cierto fracaso y éste al mismo tiempo es requisito para la victoria, esta es la vida de los santos.
Ante el éxito se requiere calma y moderación, humildad, para que sea fecundo. Ante la derrota, ante la injusticia, la soledad y el desprecio, sentimientos propios del fracaso, se exige ver la victoria que el mismo Cristo nos presentó, la victoria del amor, del crecimiento, aunque con dolor. El fracaso no es la última palabra de quien tiene esperanza y la esperanza dicen que es lo último que se pierde. Entonces, pase lo que pase, es necesario no soltarse de la mano de Cristo, que es el gran maestro del éxito y del fracaso. Él pasó por el fracaso, aparente, de la cruz, para llegar a la victoria, para traernos la victoria, su fracaso nos trajo nuestra victoria. Humanamente esto para nosotros es de gran dificultad, ya que estamos obsesionados, vivimos obsesionados por ver la victoria, por ser perfeccionistas, nos gusta que el mantel sea inmaculado, sin manchas. Vivir así, tratando de vivir siempre en el éxito, de no fracasar nunca, de que todo salga bien, es causa de mucha frustración y de neurosis. El secreto está en la magnanimidad, de no conformarnos con no caer, con hacer todo perfecto, sino más bien mirando hacia aquellos ideales que nos mueven al amor, al servicio, como Cristo, no porque tengo que hacerlo, sino porque puedo hacerlo, porque quiero hacerlo. Necesitamos más amar que tener éxito, lo primero permanece, lo segundo es fugaz. Como el niño que aprende a andar, es necesario dejar de fijarnos en las caídas y volver a mirar hacia lo alto.
José Luís Medina.
Un comentario en “El valor del fracaso”
Muchas gracias por tu aportación. Feliz semana.