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Psicología y fe

El hombre es una unidad de cuerpo y alma, de alma y mente también. Cualquier cosa que afecta al cuerpo, de alguna manera afecta también al alma y a la mente, por más que alma y mente son también dos cosas distintas siendo una unidad, junto con el cuerpo. Solemos tener algunos prejuicios a la hora de acudir al psicólogo, cuando algo nos preocupa, de orden psicológico u emocional. Y estos prejuicios se multiplican si siendo creyentes el psicólogo al que vamos a ir nos consta que no es una persona creyente. Ciertamente en relación a lo primero tenemos que evitar este tipo de prejuicios, muchas veces causados por el poco conocimiento o por las habladurías de quienes tienen dichos prejuicios, poco a poco se va disminuyendo el estigma hacia las enfermedades psiquiátricas y psicológicas. Estos prejuicios son más o menos fáciles de superar, cuando nos informamos un poco de personas capacitadas, médicos, etc. Sin embargo, hay otro prejuicio que también nos podemos encontrar y es el de que tal o cual psicólogo no sea creyente y yo si lo sea. En línea de principio uno y otro psicólogo, creyente o no, con una sana formación y estudios y una sana integridad profesional, debiera de poder prestar una ayuda adecuada a cualquier persona, sea creyente o no, pues la psicología mira más a terapias de ayuda en base a problemas personales de toda índole, que de una u otra forma han llegado a afectar emocionalmente. Estas terapias, no debieran de chocar con la fe, sin embargo, muchas corrientes psicológicas tienen una visión del hombre totalmente inmanente, segmentada y relativista. Quienes han sido formados en estas corrientes creen que la fe no tiene nada que aportar a esta disciplina e incluso que no sería ético ser creyente y psicólogo. Es decir, para muchos psicólogos no creyentes si eres cristiano y psicólogo lo que tienes que hacer es mantener tu fe a raya y dejarla “existir “solo en el ámbito de lo privado, de la boca para adentro, como si esto fuese posible. Muchas universidades, incluso católicas piensan que son dos cuestiones distintas que no deben de mezclarse. Muchas facultades de psicología conviven en medio de prejuicios hacia la fe cristiana y a la visión que la fe de la Iglesia pueda aportar sobre la persona humana. La psicología surge como ciencia en un ambiente fuertemente marcado por el racionalismo que tiene como sustrato la mentalidad cientifista y ésta por su misma dinámica se suele cerrar a realidades que están fuera de lo objetivo y lo científicamente comprobable y por tanto suelen despreciar las consideraciones morales, espirituales y religiosas. Con esta mentalidad semi atea es imposible mezclar planos, se supone que no se puede integrar lo natural con lo sobrenatural, no existe punto de contacto entre lo humano y lo divino, entre gracia y libertad, entre fe y razón. Y así muchas personas bien intencionadas terminan perdiendo o diluyendo su fe al estudiar o ejercer psicología.
Es bueno considerar que la psicología, como viene estudiándose en muchas universidades, incluso de origen católico, riñe radicalmente con la visión cristiana de la vida y del hombre. Las grandes escuelas de psicoterapia como la cognitiva-conductual o la humanista son construcciones teóricas en donde lo transcendente no tiene espacio y la visión del ser humano y de la realidad es reductiva, materialista y relativista.
Todas las profesiones exigen un comportamiento ético, pero quienes en su ejercicio tocan con el ser humano, exigen una integridad e idoneidad mucho mayor y es por ello que no cabe la parcialidad y esto toca en mucha medida a maestros, sacerdotes, médicos y como no, también a psicólogos.
Todas las dimensiones de la persona deben de cuidarse al tratar a la persona y es por ello que no se puede despreciar ningún aspecto de ésta, si bien la psicología puede curar, Dios puede sanar.
El Hombre es una maravillosa unidad. El ser humano es una persona bio-psico-social, abierto a la trascendencia. Tengo un cuerpo, con mecanismos biológicos, pero con una dimensión psíquica hecha a base de equilibrios emotivos y soy relacional, es decir estoy dentro de un contexto social que me influencia y que influencio. Y tengo dentro de mí una dimensión espiritual que concierne la búsqueda de sentido y de valores, con independencia de la fe que practique. De modo que no debiera haber reduccionismos al tratar la fe aspectos psicológicos, o al tratar la psicología aspectos de fe, pero esto exige mucha integridad y no todos y siempre la tenemos, aunque la podemos encontrar en unos y otros. De forma que se pudiera ir tranquilamente al psicólogo, sin posturas preconcebidas, como cuando vas al dentista o al mecánico, pero con la prudencia y el sentido común de que al constatar que cualesquiera de estos están entrando en un campo que no le corresponde, cuidar la cuestión o cambiar de profesional.
Por desgracia nos podemos encontrar con profesionales incompetentes, tanto en el campo de la psicología, como en el de la fe, pero de forma ordinaria y pudiendo elegir, es más recomendable acudir a profesionales creyentes que a otros que no lo son, sin decir con esto que quienes no lo son no puedan ser buenos profesionales y dar buenos resultados.

José Luís Medina.

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