Es verdad que muchas veces la razón y la emoción no se ponen de acuerdo en nuestro interior, lo cual nos genera dudas y tentaciones, podemos experimentar dolor, enfado, frustración y muchas otras emociones más.
¿Por qué esta experiencia es recurrente a lo largo de nuestra existencia? Porque la humanidad es compleja, las circunstancias de la vida varían, los estados de ánimo y la salud física influyen, seguimos teniendo carencias afectivas sin resolver, hay tantos factores que es imposible poder anticiparnos a todos.
Nada nos hace sentir tan humanos y tan vulnerables. Cuando la razón nos india que aquello que estamos deseando no es conveniente, ni nos dejará ningún bien y la voluntad se debilita ofuscada por lo poderoso del sentimiento que se despierta, por la forma en como nos invade, porque ocupa casi too el espacio de nuestra mente y consume buena parte de nuestro tiempo, a pesar de este escenario que se nos presenta arrebatador y doloroso, e necesario vivirlo con paz, serenidad, sin escándalo o miedo, para poder auto regularnos, poner en orden nuestras ideas, valores y convicciones.
Es parte de nuestra humanidad y podemos aprovecharlo a nuestro favor para trabajar en todas aquellas áreas de nuestra vida en las que aún se manifiestan quiebres y debilidades, esto se puede volver en una gran oportunidad para crecer y madurar.
La oración, la escucha atenta a las inspiraciones del Espíritu Santo y los Sacramentos, son nuestras mejores armas para el combate entre nuestra mente y corazón, lucha interna que se ve reflejada en nuestra afectividad.
La vulnerabilidad que se repente se manifiesta en las diferentes dimensiones de nuestra persona nos toma por sorpresa, sobre todo cuando nunca habíamos experimentado algo así, y ¡cuidado!, porque nos puede provocar enojo y rechazo hacia nosotros mismos, esto no es válido en ninguna circunstancia, como humanos, imperfectos, en evolución y esto que hoy experimentamos como agobio o tormento, nos llevará a ser la persona que Dios sabe que podemos llegar a ser.
Por supuesto que hay que esforzarse, no es fácil, pero hay que hacernos responsables de nosotros mismos, no dejarnos por aquello que nos provoca quiebre interno, como más fuertes de lo que creemos (“Tu Gracia me basta”).
Eso sí, hay que hacer un trabajo integral de sanación, en todas nuestras dimensiones y confiar ciegamente en que nuestra oración es escuchada por nuestro Padre amoroso, quien es el único que puede llenar todos los deseos de nuestro corazón hasta desbordarlos.
Nicté Sánchez – Fundadora de Let’s Rewind
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